A Coco nada le genera tanta expectativa como el próximo Bar-Mitzvá de su hijo Samuel. Lo planifica con seis meses de anticipación e invita a todo el mundo a lo que considera “el evento del año”. Obsesionado con la preparación de la fiesta, Coco entra en una suerte de locura y no se da cuenta de cuanto está afectando a los que lo rodean y de cuanta desunión comienza a producir en su familia